Las bombillas LED tienen varias ventajas ambientales y económicas, pero hay que conocerlas bien para escoger la mejor opción.
Las clásicas bombillas incandescentes se están retirando del mercado para reducir su elevado consumo energético y su impacto ambiental. Las luces LED tienen una serie de ventajas para el medio ambiente y los bolsillos de los consumidores que las convierten en una opción muy atractiva. No obstante, ante la diversidad de modelos y características conviene conocerlas para elegirlas bien.
Cinco razones para instalar luces LED
1. Tienen un mejor comportamiento ambiental. Las bombillas LED no llevan los materiales contaminantes de otro tipo de luminarias, como mercurio, plomo o tungsteno, destaca Alberto Tabares, gerente de Ecoraee´s, una fundación especializada en la gestión de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE). Además, como su consumo energético es mucho menor que las bombillas incandescentes, disminuyen en un 80% las emisiones de dióxido de carbono (CO2), uno de los principales gases implicados en el cambio climático. No obstante, Tabares recuerda que llevan tierras raras, “unos componentes sobre los que todavía hay que trabajar para evitar su impacto ambiental”.
La vida útil de las bombillas LED también les confiere otra ventaja ambiental. Una bombilla incandescente dura 1.000 horas de media, frente a las 25.000 horas de una LED. La sustitución de bombillas es por tanto mucho menor, con la consiguiente reducción de consumo de materias primas y producción de residuos.
2. Consumen menos energía y ahorran dinero. Las bombillas LED convierten el 80% de la energía que consumen en luz, justo al revés que las incandescentes, que pierden el 80% de la electricidad en generar calor. En este sentido, las LED poseen una alta eficiencia energética: logran ahorros de energía de más del 85% con respecto a una bombilla incandescente y, por tanto, un menor gasto en la factura de la luz. Encendidas durante tres horas al día, una bombilla incandescente de 40 vatios (W) gasta unos 7,9 euros anuales en electricidad, mientras que una LED de 5 W, que proporciona una luz similar a dicha incandescente, un euro. Cuantas más horas están encendidas, la diferencia es mayor.
3. Su precio es cada vez más bajo. Aunque son más caras que otras luminarias, como fluorescentes o halógenas, supone una inversión que se rentabiliza con el tiempo, dada su gran duración. No obstante, a medida que se generalizan, su coste es cada vez más bajo. Mario Prieto, secretario general de Aniled, la asociación española de la industria LED, asegura que “en algunas grandes superficies he encontrado casi un precio muy similar entre una bombilla E-27 de bajo consumo (CFL) y su homónima en LED”.
4. Hay modelos para todo tipo de aplicaciones. El sector ha desarrollado una gran cantidad de modelos que se adaptan a las necesidades más variadas de los consumidores: de tubo, de casquillo, de farola, de foco, de panel, de campana, en tiras, con diversos colores, con luz fría o cálida, con más o menos luminosidad, etc.
5. Se pueden reciclar. Las lámparas LED pueden y deben reciclarse una vez termine su vida útil. Tabares explica que los consumidores pueden depositar sus luces usadas, al igual que las bombillas de bajo consumo, en los puntos limpios o bien en contenedores específicos ubicados en la mayoría de puntos de distribución de lámparas, almacenes o lugares de trabajo.
Cómo escoger las mejores luces LED
El envoltorio de la bombilla o el responsable del punto de venta deberían proporcionar información sobre las siguientes cuestiones.
En primer lugar, hay que fijarse en productos de calidad y desconfiar de luminarias LED demasiado baratas, o sin el sello CE, que indica que cumple la legislación europea. Una LED de mala calidad puede hacer que su duración, su consumo o su calidad de luz no sean las esperadas y que, al final, lo barato salga caro.
Para saber la luz que emiten hay que reparar en los lúmenes (lm), que mide la potencia de la luz, y no en los W, que mide la potencia de energía consumida. Las luces LED gastan muy poca energía para producir luz: una luz LED de 10 W produce los mismos lm (800) que una bombilla incandescente de 60 W. La información de los lm debería aparecer en el envase de la bombilla: 25 W de una incandescente equivalen a 250 lm; 40 W, a 470 lm; 60 W, a 800 lm; y 100 W, a 1.520 lm.
La apariencia de color o “tono de luz” es otro criterio de selección importante. Las luces cálidas, más relajantes, son idóneas para estancias como dormitorios o salones. Las luces frías mejoran la concentración y el rendimiento, por lo que son adecuadas para lugares de trabajo, baños o cocinas. El tono de luz se expresa en grados kelvin (K). Entre 2.700 K y 3.000 K son las luces más cálidas; 3.500 K se considera blanco cálido; 4.100 K, blanco neutro; y a partir de 5.000 K, blanco frío.
La opción de regulación y si es compatible con el regulador existente también debería centrar la atención del consumidor. Al sustituir una halógena, hay que fijarse en el voltaje y el tipo de anclaje. Si el halógeno es de 12 voltios (V), el LED deberá llevar un transformador. En el caso de los tubos fluorescentes, hay que quitar el transformador (cebador) y el balastro y conectar el nuevo tubo LED a la red.
Al sustituir bombillas direccionales, como las halógenas, hay que tener en cuenta el grado de apertura de la bombilla LED para asegurar una distribución adecuada de la luz. Las bombillas con ángulos de hasta 40º proyectan una luz idónea para iluminar puntos concretos. Pero para iluminar una habitación, un pasillo, una cocina, etc., son mejores ángulos de apertura de más de 80º.