Como cada año, en septiembre el dinero sale de los bolsillos con la misma celeridad con que caen las hojas de los árboles. Si la cuesta de enero es un clásico, la de septiembre no lo es menos.

Economía “de guerra” para sobrevivir al mes de septiembre

Terminan las vacaciones y se inicia un nuevo curso, en el que los gastos se disparan. Volver de nuevo a la rutina y enfrentarse a la realidad puede ser el momento idóneo para plantearse nuevas metas o retos para todo el año. En 2013, con la crisis aún instalada en los hogares españoles, todas las medidas deberían ir encauzadas a la consecución de un mayor ahorro para poder hacer frente a uno de los meses más difíciles.

Eliminar los gastos innecesarios: Es el primer paso. Analizar en qué se gasta el dinero y de qué se puede prescindir. Siempre hay desembolsos que se pueden evitar. Solo hay que hacer un repaso de lo que se gasta a diario para darse cuenta de cómo encarece una cuenta tomarse un postre cuando se come fuera de casa, o cuánto dinero se va cada semana en comprar un coleccionable o los sobres de cromos para los niños.
Ahorrar energía: Apagar las luces de las habitaciones cuando estén vacías, no dejar los aparatos conectados a la red eléctrica, cerrar bien los grifos… Son consejos básicos que siempre se repiten cuando se habla de la necesidad de ahorrar. Pero siempre cuesta ponerlos de verdad en práctica, por ser detalles tan pequeños. Conviene tomárselos en serio, ya que pueden suponer, a la larga, un considerable ahorro.
Contratar paquetes combinados: Los paquetes de electricidad, telefonía, Internet, etc. potencian el ahorro, sin tener que prescindir de ningún servicio. La dura competencia entre las compañías ha generado múltiples ofertas a precios muy asequibles, de los que puede aprovecharse el usuario.
Estar atento a las ofertas y promociones: Los comercios de todo tipo brindan de forma continua ofertas y promociones que permiten ahorrar. Eso sí, hay que estar al tanto de qué productos y en qué momentos están rebajados, ya que por lo general son propuestas puntuales y con fecha de caducidad.
Pagar en efectivo: Al pagar con dinero físico se controla más el gasto que si se utiliza la tarjeta, pues se ve cómo se vacía el monedero. Al usar los “plásticos” y no tener que emplear efectivo, la percepción de desembolso es menor y se tiene la sensación de no gastar.
Eliminar todos los productos y servicios que no aporten nada: En numerosos hogares se tienen contratados más productos de los que a veces se necesitan. En los seguros veces hay coberturas duplicadas, por lo que conviene analizar todo con detalle y prescindir de lo menos preciso. Con las tarjetas bancarias, sucede igual: en lugar de tener varias, se puede tener una sola y, siempre, quedarse con la que no tenga comisiones. En otro ámbito, las suscripciones a revistas profesionales que apenas se leen, o la matrícula y pago de cuotas del gimnasio al que después no se acude, deben anularse. Hay que ser racional y decidir con objetividad si el servicio que se tiene contratado compensa o no.
Cambiar de piso o renegociar el alquiler: Si se vive en régimen de alquiler y se anda justo de dinero, se puede intentar renegociar la renta mensual, dado que han bajado en los últimos meses. Si no es posible, se puede pensar en cambiar de vivienda, ya que la oferta actual de alquileres es muy elevada y los precios han disminuido.
Controlar el nivel de endeudamiento: No endeudarse por encima del nivel que se puede pagar es esencial, y más aún en época de “vacas flacas”. Las deudas lastran la economía doméstica para varios años. Conviene, además de no tirar de tarjeta con excesiva facilidad, no suscribir préstamos y planificar la economía al detalle con un presupuesto.
Apostar por el transporte público: Llenar el depósito del coche sale muy caro, y todavía más si se utiliza en la ciudad para realizar todos los trayectos. A ello hay que añadir la tensión que generan los atascos, el gasto en parquímetro… Si se puede, conviene emplear el transporte público, que cuenta con bonos para diversos segmentos como jóvenes, familias numerosas o pensionistas.
Arreglar la ropa: No se trata de ir a la moda de hace una década, ni de prescindir de comprarse algunas prendas nuevas. Pero el gasto en ropa (que muchas veces no se usa) es elevado, y ese dinero puede utilizarse para adquirir bienes más necesarios. Así que se puede alargar la vida útil de la ropa si se cuida con mimo o se lleva a talleres de arreglos.
Sacar partido a los cupones descuento de las páginas web: Internet ofrece hoy muchas posibilidades. Se puede aprovechar las ofertas de páginas como Groupon o Atrápalo, que brindan descuentos en ropa, viajes, limpiezas faciales o en dar un repaso al coche… Se pueden encontrar toda clase de servicios a precios muy rebajados.
Dejar de fumar y gastar menos en salir de fiesta: Siempre es buen momento para dejar de fumar, pero más aún cuando los costes de los cigarrillos no dejan de escalar. Retirarse de este hábito reportará un beneficio más que considerable para el bolsillo, y para la salud. Reducir el gasto en salir a cenar o de copas también supondrá un notable ahorro.
Plantearse nuevos retos de inversión: Para no gastar más de lo necesario es posible, además, plantearse nuevos retos en las inversiones. Conviene alejarse de propuestas arriesgadas y decantarse por planes realistas (fondos garantizados, dividendos, imposiciones de más rentabilidad, etc.) que permiten al pequeño y mediano ahorrador disponer de más dinero todos los meses.

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