El sociólogo Zygmunt Bauman acuñó el término de “modernidad líquida” para definir el estado de la Sociedad de las últimas décadas, donde todo parece fugaz e inconstante, debido a los frecuentes cambios, provocados por diversos factores, ya sean educativos, sociales, culturales, o económicos. 

Lo líquido se transforma constantemente, mientras que lo sólido conserva su forma y persiste en el tiempo. Este sería el elemento diferenciador de los comportamientos sociales de los tiempos maleables actuales y los estables de épocas pasadas. Lo sólido de antaño persistía en el tiempo, frente a lo líquido de ahora que cambia a menudo, creando un mundo precario, provisional, ansioso de novedades y agotador.

Consumo Responsable desde a infancia

Es indudable que el momento actual, nada tiene que ver con el pasado casi lejano, donde el compromiso matrimonial se mantenía toda la vida, donde el trabajo duraba todo el periodo laboral, y donde a muchas personas se les conocía por el oficio o empleo que tenían.

El individuo y la sociedad en conjunto, se ha acostumbrado a este tiempo veloz, donde las cosas no duran mucho y son sustituidas por otras nuevas que devalúan por completo las preexistentes. Estos movimientos continuos en que la persona se halla inmersa, conlleva que se rechace el compromiso duradero, se rehúyan las responsabilidades, y que se predisponga a cambiar en cualquier momento de sintonía, de pensamiento, o de relación.

Estos vaivenes que en principio pudieran parecer atrayentes por novedosos, y divertidos por variados, resulta que crean tal inconsistencia en las relaciones afectivas, sociales y laborales, que destrozan emocionalmente a la persona, salvo que se tengan nervios de acero para soportar la presión de vivir bajo el imperio de la caducidad; pues la constante futilidad, genera tal vacío existencial que termina por deshumanizar a la persona, y esta se siente como una pieza más del engranaje que habrá que cambiar y descartar.

Consumo y Capricho

En estas sociedades líquidas, blandas, e inestables, el sentido de la vida (poseer propósito y proyectos) ya no consiste en ser buen ciudadano con principios y valores éticos y morales; sino que se valora el tener bienes de Consumo para usarlos en provecho propio, y contar con personas aduladoras que satisfagan los apetitos, necesidades y caprichos. Al individuo se le valora mucho por los bienes económicos conseguidos, y poco o nada por las cualidades personales, por las capacidades adquiridas, por las aptitudes innatas, o por las relaciones afectivas y emocionales.

Consumo y Gastos

Un cambio tan radical de esta sociedad que prescinde de anclajes sólidos, tiene que tener alguna explicación lógica, y a mí no se me ocurre mejor respuesta que el postulado del intelectual Miklos Lukacs que lo enuncia así: Los tiempos difíciles forjan hombres fuertes. Los hombres fuertes crean tiempos fáciles. Los buenos tiempos forjan hombres débiles. Los hombres débiles crean tiempos difíciles.

Pues bien, esta blandura, laxitud e inconsistencia que vemos en la sociedad, es propia de la debilidad del hombre actual, qué por vivir tiempos fáciles, de poco esfuerzo y nulo sacrificio, donde por ejemplo se pasa de curso sin aprobar las asignaturas, ha configurado colectivos sin personalidad, expuestos a los vaivenes y oscilaciones de las modas y tendencias de cada momento. Y esto no puede ser bueno, porque el aforismo clásico afirma que: “En el medio está la virtud”.

El sociólogo Zygmunt Bauman acuñó el término de modernidad líquida para definir el estado de la sociedad de las últimas décadas, donde todo parece fugaz e inconstante, debido a los frecuentes cambios, provocados por diversos factores, ya sean educativos, sociales, culturales, o económicos. 

Lo líquido se transforma constantemente, mientras que lo sólido conserva su forma y persiste en el tiempo. Este sería el elemento diferenciador de los comportamientos sociales de los tiempos maleables actuales y los estables de épocas pasadas. Lo sólido de antaño persistía en el tiempo, frente a lo líquido de ahora que cambia a menudo, creando un mundo precario, provisional, ansioso de novedades y agotador.

La Sociedad y las Fechas de Caducidad, ¿lo estamos haciendo bien?

Es indudable que el momento actual, nada tiene que ver con el pasado casi lejano, donde el compromiso matrimonial se mantenía toda la vida, donde el trabajo duraba todo el periodo laboral, y donde a muchas personas se les conocía por el oficio o empleo que tenían.

El individuo y la sociedad en conjunto, se ha acostumbrado a este tiempo veloz, donde las cosas no duran mucho y son sustituidas por otras nuevas que devalúan por completo las preexistentes. Estos movimientos continuos en que la persona se halla inmersa, conlleva que se rechace el compromiso duradero, se rehúyan las responsabilidades, y que se predisponga a cambiar en cualquier momento de sintonía, de pensamiento, o de relación.

#CaducidadRealYA Por una Caducidad Real en los Alimentos

Estos vaivenes que en principio pudieran parecer atrayentes por novedosos, y divertidos por variados, resulta que crean tal inconsistencia en las relaciones afectivas, sociales y laborales, que destrozan emocionalmente a la persona, salvo que se tengan nervios de acero para soportar la presión de vivir bajo el imperio de la caducidad; pues la constante futilidad, genera tal vacío existencial que termina por deshumanizar a la persona, y esta se siente como una pieza más del engranaje que habrá que cambiar y descartar.

En estas sociedades líquidas, blandas, e inestables, el sentido de la vida (poseer propósito y proyectos) ya no consiste en ser buen ciudadano con principios y valores éticos y morales; sino que se valora el tener bienes de consumo para usarlos en provecho propio, y contar con personas aduladoras que satisfagan los apetitos, necesidades y caprichos. Al individuo se le valora mucho por los bienes económicos conseguidos, y poco o nada por las cualidades personales, por las capacidades adquiridas, por las aptitudes innatas, o por las relaciones afectivas y emocionales.

Un cambio tan radical de esta sociedad que prescinde de anclajes sólidos, tiene que tener alguna explicación lógica, y a mí no se me ocurre mejor respuesta que el postulado del intelectual Miklos Lukacs que lo enuncia así: Los tiempos difíciles forjan hombres fuertes. Los hombres fuertes crean tiempos fáciles. Los buenos tiempos forjan hombres débiles. Los hombres débiles crean tiempos difíciles.

Idea

Pues bien, esta blandura, laxitud e inconsistencia que vemos en la sociedad, es propia de la debilidad del hombre actual, qué por vivir tiempos fáciles, de poco esfuerzo y nulo sacrificio, donde por ejemplo se pasa de curso sin aprobar las asignaturas, ha configurado colectivos sin personalidad, expuestos a los vaivenes y oscilaciones de las modas y tendencias de cada momento. Y esto no puede ser bueno, porque el aforismo clásico afirma que: “En el medio está la virtud”.

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